Heridas que perduran

 



Las dos décadas de violencia causadas por grupos terroristas en el Perú dejó profundas heridas en la sociedad peruana, puesto que estas organizaciones subversivas y las fuerzas de seguridad del Estado no solo dejaron numerosas vidas perdidas, comunidades y familias devastadas, sino que también causaron secuelas individuales y colectivas. La Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), las dividió en dos clases, secuelas psicosociales y socio políticas. Desde un punto de vista psicosocial, hubo daños psicológicos que afectaron la identidad de las personas y las formas de convivencia familiar y comunal. Desde el ámbito socio político, hubo secuelas en el orden gubernamental, debilitamiento de las comunidades y división del orden democrático. Es así como, en las siguientes líneas tenemos el objetivo de explorar en profundidad estas secuelas y la complejidad del impacto que generó y genera en la vida cotidiana de muchos peruanos. 


Secuelas psicosociales 

Los efectos de la violencia perpetrada no solo dejaron un saldo de decenas de miles de vidas humanas perdidas y personas desaparecidas, sino también es importante señalar el impacto causado en los sobrevivientes y testigos de estos hechos. A lo largo de un informe presentado por la CVR, se relata diversas experiencias traumáticas que vivió el pueblo peruano y que empeoraron con el silencio del pasar del tiempo. El daño psicológico y social, tanto individual y social, tiene múltiples formas de manifestarse. Todo esto fue perjudicial para quienes eran niños cuando la violencia golpeó a sus familias y comunidades, pero no fueron los únicos afectados, sino también los que ya entonces eran adultos sobrellevan hasta el día de hoy las huellas psicológicas de las injusticias cometidas contra ellos y sus familiares más cercanos, a quienes vieron morir en circunstancias terribles sin que pudieran hacer nada para evitarlo u honrar sus cuerpos de acuerdo con sus creencias religiosas. 

Miedo y desconfianza 

Para el PCP‐SL y las fuerzas de seguridad del Estado, el infundir miedo a la población fue una táctica deliberada. Estas repercusiones se hallan muy vivas todavía entre las víctimas directas e indirectas. El recurso más poderoso para generar miedo por parte de Sendero Luminoso fueron los asesinatos públicos. Por su parte, las Fuerzas Armadas recurrían a amenazas y a la práctica de desapariciones forzadas. De esta forma, el miedo provocado dio lugar a la sensación de vulnerabilidad porque cualquiera podía ser la próxima víctima. Este temor, prolongado en el tiempo, se transformó en angustia y pánico que perturbaba la vida cotidiana. Asimismo, el miedo del regreso de esta forma de violencia es frecuente especialmente en comunidades nativas, que fueron de las más afectadas. (CVR, 2004)

Pérdida del amparo familiar 

Más allá del miedo, la violencia ejercida produjo severos daños en la identidad personal de los individuos que fueron privados de las instancias que brindan seguridad, como lo es la familia. Así también, el duro golpe frente al hecho de presenciar el asesinato con crueldad de sus seres queridos. Al dolor de esta pérdida se unió el sentimiento de impotencia y la sensación de culpa. En el caso de niños y niñas, algunos fueron obligados a presenciar la muerte de sus padres, siendo dejados en la orfandad, lo que significó para ellos un profundo daño, ya que fueron privados de unas figuras tan importantes, como son el padre y la madre, que brindan protección y orientación, como también, alimentación, ropa, educación, consejos y cariño. El desarrollo emocional de los hijos de las víctimas fue alterado por la ausencia de estas figuras necesarias para la construcción y afirmación de la identidad. Por otra parte, los hermanos o hermanas mayores tuvieron que asumir el papel de padres y cuidar a sus hermanos menores. Esta gran responsabilidad dada de forma prematura provocó jóvenes obligados a madurar. (USIP) 

Daños al nombre y al cuerpo 

El nombre propio es una marca de nuestra identidad, puesto que nos identifica. La violencia perpetrada durante el conflicto obligó a mucha gente a alterar, negar su nombre o el de sus familiares con el fin de evitar convertirse en víctima de sus ataques. Con ello, también fueron obligados a negar sus vínculos familiares y lugares de procedencia. Identificarse suponía el riesgo de ser asociado o confundido como sospechoso. Algunas personas fueron confundidas con otras por su nombre y fueron cruelmente castigadas o detenidas de forma injusta. (CVR, 2004) 

Violencia sexual 

La violencia sexual, especialmente la violación, ya es un trauma en sí misma porque excede la capacidad de respuesta de la víctima. Durante el periodo del terrorismo, la violencia sexual fue utilizada como un medio para someter a sus víctimas, siendo especialmente las mujeres. La violación sexual deja, en quien la sufre, huellas dolorosas en su autoimagen y daña su autoestima personal, así como también su capacidad de relacionarse con otros y con el mundo. (USIP) 

La tortura  

La tortura y el maltrato físico y psicológico fue otra forma de daño al cuerpo y a la identidad porque no hay tortura o maltrato físico que no sea al mismo tiempo emocional, ya que, siempre es una experiencia de humillación y un ataque a la dignidad personal. Diversos testimonios recogidos de personas que fueron torturadas durante este tiempo manifiestan intensos sentimientos de desprotección, vulnerabilidad, humillación y deseos de muerte. Sendero Luminoso utilizó el maltrato físico y emocional como castigo y amedrentamiento contra sus opositores. (CVR, 2004)


Secuelas Sociopolíticas

En el ámbito político las secuelas provocadas fueron percibidas en la fragilidad del orden gubernamental, debilitación de las comunidades y la división del orden democrático establecido.

Desorden y generalización de la violencia 

Todas las acciones invasivas producto del conflicto afectaron fuertemente la vida cotidiana de las diferentes poblaciones a nivel nacional, destruyendo la dinámica interna que tenían. Las comunidades se vieron envueltas en acciones violentas que causaron un clima de desconfianza entre los pobladores. De este modo, la desconfianza se sumaba a la impotencia de los pobladores, convirtiendo el espacio social ordenado en un ámbito caótico y sin rumbo. La destrucción del espacio social comenzó con la toma de pueblos y la expropiación de los locales comunales. También, en estas zonas se establecieron bases militares en medio de la población, es así que los abusos se incrementaron tanto por parte de los grupos terroristas como por las fuerzas del orden. Las personas que vivían alrededor de las bases militares perdían en cierto grado su libertad y se habían acostumbrado a vivir sometidos o protegidos. (CVR, 2004)

Eliminación de los líderes 

Las acciones subversivas estuvieron especialmente dirigidas hacía los líderes de las comunidades, organizaciones y municipios. La eliminación de las autoridades locales y comunales fue un objetivo central de Sendero Luminoso para poder controlar a la población y, posteriormente, sustituirlos. Según las cifras registradas por la CVR aproximadamente 2,267 autoridades y dirigentes fueron asesinados o desaparecidos. La imposición de las figuras de autoridad en una comunidad producía desconcierto y desequilibrio, puesto que no representaba la voluntad de la población. (CVR, 2004) 

Abuso de poder y usurpación de funciones 

Una vez que los grupos alzados en armas habían tomado posesión de los espacios comunales, eliminaban a sus representantes legítimos en clara señal de abuso de poder y usurpación de funciones. Además, difundían la idea de que la palabra del Partido Comunista Peruano no debía ser cuestionada. De este modo, los grupos subversivos establecían roles de poder en el orden gubernamental y si alguien se oponía corría el riesgo de ser eliminado. En muchas comunidades las autoridades habían sido sustituidas por otras que estaban al mando de los grupos terroristas o por miembros del Ejército. Del mismo modo, las autoridades y dirigentes renunciaban a ocupar cargos de poder dentro de la comunidad por miedo a ser asesinados. (CVR, 2004)


Conclusión 

En conclusión, las secuelas causadas por el terrorismo en el Perú durante las dos décadas de violencia que devastaron al país, son heridas que perduran en la mente de los peruanos, tanto de forma individual como colectiva. Estas profundas heridas causadas por los grupos terroristas y las fuerzas armadas están impregnadas en la sociedad, dejando un legado de pérdidas, sufrimiento, traumas y desafíos. Sin embargo, es importante resaltar la resiliencia del pueblo peruano frente a la adversidad y la esperanza de unidad para construir una sociedad más fuerte, justa y pacífica.


Referencias Bibliográficas

Comisión de la Verdad y Reconciliación. (2004). Hatun Willakuy: versión abreviada del Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (1.a ed.). Comisión de Entrega de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. https://www.verdadyreconciliacionperu.com/admin/files/libros/162_digitalizacion.pdf  

United States Institute of Peace. (s. f.). Explicando el conflicto armado interno. En USIP. Recuperado 16 de noviembre de 2023, de https://www.usip.org/sites/default/files/file/resources/collections/commissions/Peru01-Report/Peru01-Report_Vol8.pdf 




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